Por Gonzalo
Olguín.
gonzaloolguin@yahoo.com.ar
El
cine se ha convertido en estas últimas décadas en una empresa
más del entretenimiento y una muestra de ello es la desaparición
de los cines de barrio, los cuales se caracterizaban por ser un punto de encuentro
de un cine más personal, que brindaba la posibilidad del intercambio
de experiencias y al cual asistía un público que exigía
ciertos parámetros de calidad al film. El surgimiento de los grandes
complejos tiene por objetivo vender al espectador una opción para el
ocio, convocándolo a conocer las comodidades del lugar, ofreciendo
amplias y agradables salas, con pantallas de alta definición de imagen
y sonido, fácil acceso y una extensa variedad de películas y
horarios. Estos buscan crear un producto que sea capaz de asegurar el confort
y la tranquilidad para una salida de recreación, constituyéndose
así en verdaderas empresas del esparcimiento. Esto ha generado en la
sociedad un cambio profundo y radical en cuanto al uso que se hace del cine,
su atención ya no está puesta en la calidad artística
del producto, sino en la comodidad y en la espectacularidad del lugar.
Los complejos de cine, son la explicación a este cambio, ya que su
intención es generar alrededor de los mismos un espacio que no dista
mucho de lo que es un shopping, en donde las ofertas de diferentes productos
avasallan la atención del público y en donde el valor cultural
del cine, como una forma de hacer arte se pierde y se la confunde con productos
estandarizados. Este tipo de empresa crea la necesidad de diversos consumos
en la gente, que piensa en salir a comer y luego poder ver una película
en un lugar que lo atrae por su estructura arquitectónica, sus comodidades
y en donde la tecnología de última generación juega un
rol central en la elección del lugar.
Un ejemplo claro de ello es el Village Recoleta, que realizó una inversión
de u$s 67 millones para la compra de un terreno que abarca un total de 46.000
m2, en el cual se construyeron 16 salas de cines, en donde se proyectan hasta
25 películas diferentes por día, las cuales cuentan con la última
tecnología en confort, sonido y proyección. Otro elemento clave
es su diseño Full Stadium que garantiza la visión total desde
cualquier ubicación, cuenta también con un sistema sonoro para
disminuidos auditivos (hearing impaired systemcon) A su vez, el lugar ofrece
a sus clientes cuatro niveles de cocheras con capacidad para 420 vehículos,
un patio de comidas, locales comerciales y gastronómicos y un área
de entretenimientos.
Villages Cines, es la empresa de cines número uno en venta de entradas
en la Argentina vendiendo más de dos millones de entradas por año,
cobrándolas al precio más caro del país y con el estacionamiento
a precios del primer mundo.
Estas industrias de la diversión complementan a la tradicional exhibición
de películas cinematográficas con extensos desarrollos inmobiliarios,
de manera tal que al momento de comprar la propiedad en la cual van a instalar
su asentamiento lo que hacen es comprar todos los negocios circundantes a
la misma. De esta forma, aquellos locales de venta de comida, pochoclos y
golosinas no representan una preocupación para sus intereses, puesto
que estos son parte de su patrimonio. Un ejemplo claro de esto son las sucursales
de Pilar y Recoleta de los Villages Cines.
El énfasis puesto en el progreso tecnológico, en la espectacularidad
de la arquitectura, va acompañado de la exhibición de films
meramente comerciales. Empresas como Villages Cines, Cinemark, Cines Hoyts,
Showcase Cinemas ponen en cartelera películas que en su gran mayoría
son producciones norteamericanas, en especial del cine de Hollywood. Tales
películas son el producto final de esta industria que controla desde
su distribución hasta la venta de pochoclos y que fundan su éxito
en el lucimiento de una figura protagónica. Es a través de la
imagen de esta personalidad que se promociona al film, focalizando la atención
alrededor de la estrella y relegando a un segundo plano la calidad de la obra.
La finalidad de dichos films no es otra que la de entretener al espectador,
buscando atraer la atención del mismo mediante la utilización
de efectos técnicos y la puesta en escena de llamativos escenarios
artificiales o naturales, empleados con un fin meramente estético que
resulte agradable a la vista del público.
Otro fenómeno que habla a las claras de este cambio, es la nueva modalidad
de instalar salas de cine dentro de los shoppings. De esta manera, no se hace
más que construir al cine como otro lugar de consumo dentro de estos
establecimientos. Este tipo de acciones lo que produce es la mercantilización
del arte cinematográfico, transformándolo de esta manera en
un producto de consumo masivo.
Mayo 2009-05-22